Mi relación con los móviles
Mi móvil, Galáctico
Por increíble que os
parezca, los teléfonos móviles no me llaman mucho la atención. Admito que son
imprescindibles, pero se rumorea que usan una frecuencia peligrosa para la
salud. Lo llevo encima porque no tengo más remedio.
Debo añadir que el primer teléfono de ese
tipo lo conocí muy temprano, allá por 1.982, cuando estaba haciendo el servicio
militar. Imagino que sería Navidad, mientras disfrutaba del permiso. Estaba yo
en la vieja mercería-droguería, ayudando a mis familiares. Entonces entró un viejo
conocida al que llamábamos “El Gordo”. A este hombre le encantaba comprar cosas
extravagantes. Ese día vino con una especie de walkie talkie, muy contento.
Dijo que era un teléfono inalámbrico. Lo miramos con asombro. Me tomé la
libertad de hacer una llamada. En cuanto noté que habían cogido el auricular,
procedí a colgar.
La persona que tuvo el “honor” de ser
llamada por mí por primera vez desde un móvil, era “Mari Carmen la Bruja”. Su
seudónimo no se lo puse yo. En aquellos tiempos nos llevábamos fatal. Es lógico
que cuando un dragón amenace con atacar a una princesa, un caballero acuda a
ayudarla. Pero cuando ves que la princesa se convierte en dragón, y ataca al
caballero que pretende ayudarla, lo lógico es que la relación se deteriore,
estrepitosamente.
El Gordo dijo con amabilidad que no tenía
inconveniente en dejarme hacer una llamada, que además no era gratis. (Eso no
nos lo dijo, hasta ese mismo momento), siempre y cuando no fuera para hacer
gamberradas. Mi ilusión inicial hacia el recién conocido teléfono inalámbrico
desapareció en ese mismo instante. Ya no volvería a ver otro, hasta casi veinte
años más tarde.
En el 2.004, cuando me puse a escribir mi
libro “Las aventuras de Star Gordo” me vi en un apuro. Los teléfonos móviles ya
estaban de moda. Yo no tenía prisa por poseer uno, pero no sabía cómo
funcionaban, y eso era clave para mi libro. Es imaginable que delante de los
malos, el móvil del protagonista no emita ruido. Pero de alguna manera debe
saber cuándo le llaman los colegas, y estos saber que los está llamando, sin
que los villanos se enteren. Buscando por internet, mis dudas se disiparon
rápidamente.
Creo
recordar que fue en el año 2.005 ó tal vez por el 2.006 cuando mis parientes me
regalaron mi primer móvil. Era plateado. Me duró poco, debido a que en una
tienda encontré una tapa roja del mismo tamaño, y quise darle un poco de color.
La combinación de los colores rojo y plata siempre me ha gustado. Al cambiarla
debí de hacer algo mal, porque dejó de funcionar. Estuve casi un año sin
teléfono móvil. En 2.008 me regalaron otro, de color negro. Era tan modesto
como el anterior. Aún sigue conmigo en uso activo. Lo uso poco.
Antes solía llevar una mochila, de vez en
cuando, cuando iba a la biblioteca, o a comprar alguna cosa. Ahora es mi
compañera inseparable porque no me gusta llevar el móvil en el bolsillo. Cuanto
más apartado de mí, mejor. De camino llevo una botella de agua por si me entra
sed, y algunas otras cosas.
En internet leí una curiosa noticia que
decía que los servicios secretos usan las funciones de los teléfonos móviles de
los ciudadanos sospechosos para espiarlos mejor. Eso me hizo sonreír al tiempo
que me recordó una serie de ficción llamada “Galáctica” de la que se hizo dos
versiones. En su versión de 2.003 aproximadamente, los “cylones” logran
introducir unos virus que inutilizan las grandes naves de los terrestres.
Indefensas, son destruidas con facilidad. Solo se salva “Galáctica” que ya iba
camino del desguace, por haberse quedado obsoleta y no disponer de internet.
Evidentemente, pasó a ser nave capital tras la destrucción de las otras.
Si siguiera las costumbres de los visigodos,
a los que les gustaba bautizar las cosas inanimadas, mi móvil actual se
llamaría “Galáctico”. No tiene internet, Wattsap ni grabadora. La batería está
con frecuencia en baja carga. Si alguien me quisiera controlar mediante el
móvil, quedaría profundamente decepcionado.
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