El libro extraviado



       Si no recuerdo mal, lo compré a mediados de los años 90. en Sevilla, aprovechando la festividad del día de la Virgen del Rosario, que era fiesta en Cádiz, pero no en el resto de España. 
       Pues bien, entre los años 2.007 o quizás 2.008, mientras yo estaba en unos cursillos y mi hermana, trabajando, mis sobrinos se tuvieron que quedar en mi casa, tras salir de clase, en espera de que sus padres vinieran a recogerlos.
Ambos le habían cogido cariño a mi pequeña habitación. Mi sobrino encendía el ordenador, y con los juegos que ya había instalado, pensados para él, no había problema. Pero ¿Y mi sobrina? ¡No hubo problema! La imaginación infantil lo sustituye todo. Ella jugaba a ser profesora...y mis libros eran sus alumnos.

      Sentada en el suelo de mi habitación, tenía los libros alineados, al lado de la puerta de entrada a mi cuarto. En esas circunstancias, lo único que podía hacer era quitarme los zapatos y sentarme en mi cama, como un naufrago en su mini isla desierta.

        Pasado el tiempo, eché de menos al libro mencionado. Me acordé de que ella ponía aparte a los alumnos que se portaban mal, y se olvidaba de recogerlos. Parece que "Alejandrito" se portó, extremadamente mal, porque no lo encontraba por ningún sitio. Le pregunté, pero no se acordaba. Miré por todas partes y ¡Nada! No había forma.

       En pleno verano del año 2.015 tocó hacer unos arreglos en la cocina y estuvimos moviendo tiestos de un sitio a otro para facilitar el arreglo. Entonces me da por mirar en una bolsa de plástico ¡Ahí estaba Alejandrito! Con otros tiestos más. Le pregunté a mi madre, dónde lo había encontrado. Me dijo, que debajo de la guía del teléfono ¡Con razón no aparecía! Y eso que lo tenía, casi delante. Pero estando Internet tan de moda ¿Quién usa la guía para buscar un número de teléfono? Cogí el teléfono móvil, le hice una foto al dichoso libro, y se la pasé a mi sobrna. ella me dijo: 

       "Me suena. Sí que me suena ese libro".

       Más de siete años pasó perdido. Ahora está en mi cuarto, tal vez, esperando que los hijos de mis sobrinos jueguen con él, y lo pierdan de nuevo.

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